Puricelli: “Francisco ejerció su poder blando sin el acompañamiento de ninguno de los que en el mundo detentan poder duro”
CNN Radio Argentina
(CNN Radio Argentina) – Gabriel Puricelli, analista internacional, analizó este martes en CNN Economía y Actualidad las implicancias políticas globales tras la muerte del papa Francisco y el legado que deja su pontificado en el escenario internacional.
“El impacto de su muerte va a ser limitado, aunque obviamente no solo los católicos, sino una gran parte de los ciudadanos del mundo sienten un dolor muy personal, porque era una figura que transmitía no solo su liderazgo pastoral dentro de la Iglesia, sino también un liderazgo moral muy importante”, explicó Puricelli.
Sin embargo, aclaró que, más allá de su imagen, el poder del Vaticano tiene límites estructurales: “Al mismo tiempo estaba al frente de un Estado, el Vaticano, que no tiene poder duro en las relaciones internacionales, sino que es tal vez el máximo ejemplo de lo que es el poder blando”.
Puricelli describió al papa Francisco como una figura que supo proyectar prestigio y autoridad moral: “El poder blando es la posibilidad de proyectar una cierta imagen y un cierto prestigio que a veces sirve para convencer a líderes que sí tienen el poder duro de que se avengan a algún entendimiento, alguna conversación de paz, etcétera”.
No obstante, advirtió que ese tipo de influencia moral se volvió más frágil en el contexto actual: “Francamente, no es un factor de poder internacional significativo y lamentablemente lo es menos ahora que Estados Unidos ha decidido prescindir por completo del poder blando. Hoy se ejerce puramente el poder duro, que está relacionado con imponerse a otros”.
“Es una muerte que ocurre en un momento muy particular, donde esa posibilidad de incidir desde los liderazgos morales y desde el ejemplo personal va quedando arrumbada por la lógica avasalladora de un Trump que viene a ejercer el poder de manera completamente desnuda y que parece querer entenderse con otros líderes mundiales que tienen la misma perspectiva, en primer lugar su amigo, casi podríamos decir, Vladimir Putin”, señaló.
Puricelli destacó que “el papado de Francisco acompañó y potenció una agenda global muy significativa, que es la del cambio climático. Ya venían planteándola los estados, incluyendo los más poderosos del mundo”.
“Este darse cuenta de los límites que le impone a la actividad productiva humana el medioambiente, el Papa realmente lo abrazó y hizo mucho por darle impulso, sobre todo desde su encíclica Laudato Si, que por primera vez incorpora como un elemento teológico importante para la Iglesia Católica la cuestión del clima y la relación del hombre con la naturaleza”.
En cambio, remarcó que su relación con otros temas internacionales fue más ambigua: “Más contradictoria fue su relación con la Agenda 2030, donde el Vaticano en los foros internacionales se disoció de muchos aspectos, sobre todo los que tenían que ver con derechos reproductivos, derechos de la mujer, etcétera. A pesar del impulso reformista que le dio Francisco, la Iglesia tiene una agenda que no acompañó esos vientos”.
“El Papa se vio a sí mismo como un actor que podía empujar con su imagen, su prestigio y su prédica, no solo religiosa sino moral, determinadas agendas que estaban en auge en ese momento, y fue una voz muy significativa”, agregó.
Sin embargo, también subrayó las limitaciones del Vaticano como actor político global: “Hay que decir que su momento dio casi no solo en su salud, sino en las posibilidades del Vaticano de incidir en la política internacional. Se vio en cómo se encontraron con oídos sordos sus llamados reiterados a la paz en Medio Oriente”.
Consultado sobre si el Vaticano tiene hoy más o menos poder que hace varias décadas, Puricelli sostuvo: “Francisco ejerció su poder blando casi sin el acompañamiento de ninguno de los que en el mundo detentan poder duro”.
Y concluyó con una síntesis de su legado: “El ejemplo contrario fue su impulso a la agenda climática, donde efectivamente los poderosos iban en una dirección que el Papa apuntaló y a la que le dio legitimidad. Pero en otras agendas no lo acompañaron, y un Estado como el Vaticano, tan pequeño y que básicamente representa una religión —aunque de las más importantes del mundo— no puede compensar esa falta de respaldo”.
“Ese es un poco el balance agridulce de su papado en política internacional. Pudo demostrar cuánto puede aportar en alinear el pensamiento de los líderes cuando hay sintonía, y cuán trivial puede volverse cuando los poderes fácticos van en otra dirección”, sostuvo.
Advirtió que el panorama global es poco favorable para figuras como Francisco: “La etapa a la que nos asomamos, al menos durante los próximos cuatro años de Trump —si es que Trump está dispuesto a dejar la presidencia cuando termine—, no parece ser el momento más auspicioso para que ningún Papa ni ningún poder blando del mundo puedan hacerse oír. Me parece que estamos entrando en un momento donde lo único que está jugando en la escena internacional es el poder desnudo de quienes detentan el gran poderío económico, armamentístico y estratégico”.
Según Puricelli, el contexto geopolítico actual es poco favorable para que líderes morales tengan un rol protagónico: “La etapa a la que nos asomamos, al menos durante los cuatro años de Trump —si es que Trump está dispuesto a dejar la presidencia cuando termine—, no parece ser el momento más auspicioso para que ningún papa ni ningún poder blando del mundo puedan hacerse oír. Me parece que estamos entrando en un momento donde lo único que está jugando en la escena internacional es el poder desnudo de quienes detentan el gran poderío económico, armamentístico y estratégico”.
En cuanto al futuro del papado, el analista internacional planteó algunos interrogantes: “Se podría sospechar que hay buenas condiciones para que el próximo Papa exprese una continuidad con el impulso reformista que Francisco le quiso dar a la Iglesia”.
Por último, Puricelli advirtió sobre un posible giro hacia Europa en el cónclave: “Han pasado muchos años desde la elección de Juan Pablo II que no hay un Papa italiano. Tal vez, así como la impronta reformista y de cambio que tuvo el colegio cardenalicio impulsó a Bergoglio como Papa hace 12 años, hoy estemos frente a una situación donde los italianos quieran volver a imponer su número y su influencia”.
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