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Trump comete un error de cálculo con los aranceles: no tiene en cuenta la desigualdad de ingresos en EE.UU.

Análisis de Germán Padinger, CNN en Español

Hasta la década de 1980, Estados Unidos era uno de los países con mejor distribución del ingreso entre las economías desarrolladas y dentro del mundo capitalista.

El índice GINI, comúnmente usado para medir la distribución de los ingresos en una economía, alcanzaba 34,7 (en una escala en la que a mayor número mayor la desigualdad) en 1980, similar al de Canadá (33, en 1981), Reino Unido (28,5) o Francia (34, en 1979), según el Banco Mundial.

Pero luego, todo cambió.

Con la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) llegó una ola de liberalizaciones, recortes de impuestos y desregulación —una política apodada “reaganomics”—, con el objetivo de quebrar el estancamiento en el que la economía estadounidense, afectada por el desempleo y la inflación, había entrado tras la crisis del petróleo.

La desregulación pareció funcionar: la economía estadounidense dio un salto, superó a todos sus rivales y se instaló en el lugar que aún ocupa como la más grande del mundo.

Pero ese crecimiento tuvo un costo: en las últimas décadas la desigualdad en la distribución de los ingresos en Estados Unidos no ha parado de crecer. Según datos de 2022, el GINI alcanzaba 41,3 en la primera economía global. Mientras que, en las grandes economías europeas, además de Canadá y Japón se ha incluso reducido desde la década de 1980 y se mantiene en torno a 30.

Durante este proceso de concentración de la riqueza, sin embargo, las clases medias y bajas de Estados Unidos pudieron aferrarse a un consuelo único en el mundo: su capacidad de consumo, la más alta del mundo según el Banco Mundial.

Estados Unidos es un país de gran belleza natural, vasta cultura y emocionante historia. Pero para los extranjeros que visitaron el país —o lo observaron a través de Hollywood— en las últimas décadas nada quizás llamó más la atención que los grandes centros comerciales donde artículos considerados como un lujo en buena parte del mundo —desde zapatillas deportivas a aparatos electrónicos— se vendían a precios bajos.

Y ese es quizás el mayor error de cálculo del Gobierno de Trump al imponer los aranceles más altos en un siglo contra casi todos los países del mundo –ahora parcialmente pausados para algunos países, pero manteniendo un gravamen del 10%, con excepción de China–: desestimar el impacto en un creciente número de estadounidenses que se han quedado atrás del crecimiento económico y que solo cuentan con el consumo.

Mientras, asoma el fantasma de una recesión global, que para Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, “es un resultado probable” de la escalada de la guerra comercial.

Prácticamente no hay economista que no anticipe un aumento de precios de la gran cantidad de bienes que Estados Unidos importa, y que se venden a precios bajos relativos dentro del país. Entre los principales artículos que se espera que suban en una primera etapa están las computadoras, el calzado, los juguetes y la ropa. Cualquier otro bien que venga del extranjero, como muchos medicamentos, le seguirá eventualmente.

Trump ha dicho que espera que los aranceles se traduzcan en mayor producción y empleo en EE.UU., pero no hay garantías de ello en un mundo que avanza hacia los servicios y la tecnología de punta, como la Inteligencia Artificial (IA). Sí hay garantías de un encarecimiento de la vida, que se calcula en un gasto promedio adicional y anual de US$ 2.100 para cada hogar estadounidense solo en esta etapa, según estimaciones de Tax Foundation, una organización no partidista, mientras China, la UE y otros lanzan sus propios aranceles recíprocos a productos de Estados Unidos, que podrían afectar a su vez a los empleos existentes.

Los estadounidenses más ricos podrán afrontar estos aumentos sin mayores problemas. Pero la mayoría de los estadounidenses, aunque cuentan con un gran poder de consumo en comparación al resto del mundo, no son ricos.

“Trump y sus asesores ven el mundo desde una perspectiva del siglo XIX, con el deseo de regresar a una economía manufacturera”, dijo a CNN Susan Ariel Aaronson, profesora de investigación de asuntos internacionales en la Universidad George Washington. “La IA ahora sustenta muchas otras tecnologías que podrían ser aún más importantes, y Estados Unidos realmente necesita invertir en eso”, agregó.

En estas décadas de ascenso de la economía de EE.UU., muchos estadounidenses se contentaron con un gran poder de consumo mientras la riqueza real se concentraba en menos manos. Si este contrato se rompe, Trump podría tener problemas que, a juzgar por sus políticas arancelarias, no está anticipando.

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