El “destino” oculto en el carnet del club de fútbol del papa Francisco
Por David Culver, Abel Alvarado, Evelio Contreras y Rachel Clarke, CNN
El papa Francisco nunca regresó a su Argentina natal después de convertirse en cabeza de la Iglesia católica romana. Pero algunos de sus fieles creen que envió un último mensaje a casa de la forma más improbable, pero quizá más apropiada.
Francisco fue toda su vida un aficionado al fútbol -y ocasional portero juvenil- y un socio de su club favorito, San Lorenzo de Almagro.
Y es el número de su carnet de socio el que se ha convertido en tema de conversación en Buenos Aires.
“Tiene que ser el destino”, dice Ramiro Rodríguez, que llegó con un rosario sobre la camiseta del equipo a una pequeña capilla que es la cuna espiritual del club, para una misa en celebración de la vida de Francisco.
El número que causa revuelo es el asignado al “socio titular” Jorge Mario Bergoglio, nombre de nacimiento del papa: 88235.
Y, como ha señalado una persona tras otra, Francisco tenía 88 años cuando murió, a las 2:35 de la madrugada, hora de Argentina, del lunes.
Para Rodríguez, fue una conexión de otro mundo, incluso divina.
“Fui al Vaticano en 2019 y usé la (camiseta) de San Lorenzo, por supuesto”, dijo Rodríguez, de 23 años. “No lo vi, pero sabía que estaba allí con toda su energía y curando al mundo y eso es muy significativo para mí”.
En un prefacio que el difunto papa aportó para un próximo libro del cardenal Angelo Scola, dejó un elocuente mensaje sobre el envejecimiento y la muerte: “La muerte no es el final de todo, sino el comienzo de algo”.
Hablando con quienes lo conocían bien, parece probable que también hubiera apreciado la calidez y la buena disposición del deseo de ver un significado en el número de socio de su club de fútbol.
Omar Abboud sabía lo ocurrente que era su amigo, al que aún conocía como Jorge, y lo mucho que disfrutaba con una broma, pero nunca a costa de nadie.
“Tenía otro tipo de humor”, dijo Abboud del papa, “un tipo de chiste que era con la gente, no sobre la gente. Un humor inteligente”.
Abboud, destacado líder musulmán en Argentina, formó el Instituto de Diálogo Interreligioso con el entonces cardenal Bergoglio y el rabino Daniel Goldman en 2002. Ambos visitaron sus respectivas comunidades y celebraron periódicamente reuniones e intercambios públicos para derribar barreras entre grupos religiosos.
Abboud dijo que la última vez que visitó al papa fue en enero, cuando ambos hablaron de la inteligencia artificial y de cómo podría regularse. Dijo que aprendió mucho de su amigo Jorge y de sus discusiones sobre literatura y textos sagrados. Y empieza a hablar de él en pasado.
“Era un buen amigo, le necesitamos. De verdad, las palabras no bastan”, dijo con la voz entrecortada.
Francisco está en la mente de todos los que nos encontramos: desde sus amigos hasta las personas que lo admiraban desde lejos, pasando por aquellos a quienes había servido.
Se dejan flores y mensajes como homenaje en la casa de su infancia, en la plaza donde una vez jugó con otros niños, y en la iglesia donde escuchó la llamada de Dios para unirse al sacerdocio. Esa iglesia, la Basílica de San José de Flores, tiene un grabado que marca la fecha en que Francisco recibió su vocación, mientras estaba en el confesionario: el 21 de septiembre de 1953.
Se han quemado tantas velas en honor a Francisco que los escalones de la Catedral Metropolitana están cubiertos de cera.
En Argentina se decretaron siete días de luto oficial en honor a Francisco, pero no todos estarán llenos de tristeza.
La misa celebrada en la capilla de San Lorenzo terminó más bien como un acto de ánimo y habrá otra multitud para el próximo partido del equipo de fútbol el sábado, unas horas después de que Francisco sea velado en Roma.
El equipo llevará camisetas conmemorativas en honor al difunto pontífice, y se habla de que un nuevo estadio llevará el nombre de “Papa Francisco”. En una muestra de su humildad, Francisco escribió una vez que no le gustaba mucho esa idea.
Un guardia suizo solía mantener informado a Francisco de los resultados de los partidos y de los progresos de San Lorenzo dejándole notas en su escritorio; el papa ha dicho que no veía la televisión (salvo acontecimientos trascendentales como el 11-S) desde 1990.
Francisco dijo que su amor por el deporte no era sólo por la competición -y San Lorenzo es sólo uno de los varios equipos de la Buenos Aires futbolera, capital de la Argentina futbolera, cuya selección masculina es la actual campeona de la Copa del Mundo- sino por la participación.
Él creía que los deportes, especialmente los juegos de equipo, alejan a los jóvenes de sus pantallas y de sus cerradas vidas virtuales y les enseñan a estar en el mundo.
Puede que el club haya perdido al Socio 88235, pero Buenos Aires le recordará.
Una bandera casera en la catedral unía a Francisco y a San Lorenzo con una sencilla frase que parece aplicarse hoy a Buenos Aires: “Mis dos amores”.
Francisco correspondió a ese amor, escribiendo en su libro Esperanza: “Mi patria, por la que sigo sintiendo el mismo amor grande y profundo. El pueblo por el que rezo cada día, que me ha formado, que me ha formado y luego me ha ofrecido a los demás. Mi pueblo”.
En Flores, el barrio obrero donde Francisco vivió y trabajó, una mujer dejó una nota frente a la casa de su infancia.
Decía así: “Fuiste uno de los nuestros -un argentino- y un regalo para el mundo”.
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