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¿Qué pasa después de la muerte de un papa? ¿Cómo elige la Iglesia a uno nuevo?

Por CNN en Español

La muerte de un papa desencadena de manera inmediata un proceso estricto para la elección del nuevo pontífice. A continuación, cuatro preguntas y respuestas para entenderlo.

Cuando la cabeza de la Iglesia católica muere, comienza un período conocido como “Sede vacante” en el que el gobierno de la institución recae en manos del colegio de los cardenales. Este período, según explica la agencia de noticias católica ACI Prensa, está regido por un principio conocido como “nihil innovetur” que significa que no haya innovaciones.

Los cardenales no tienen potestad para definir los temas que corresponden al papa, por lo que en este período lo que pueden hacer es resolver cuestiones ordinarias o que no se puedan aplazar y preparar todo lo necesario para la elección del nuevo pontífice.

Cuando muere un papa, el decano del Sacro Colegio Cardenalicio convoca una reunión de todos los cardenales con derecho a voto, que son aquellos menores de 80 años. Según las normas que rigen el proceso, este cónclave debe comenzar 15 días después de que queda vacante la sede, aunque el Colegio de Cardenales puede establecer otra fecha que no debe superar los 20 días desde la muerte del pontífice anterior.

Los cardenales tienen que hacer la elección en persona, lo que para muchos que están repartidos por el mundo dirigiendo diócesis o archidiócesis implica viajar a la Roma. Una vez que comienza el cónclave no pueden irse hasta que el proceso terminó y tampoco tienen permiso de hablar con gente que esté fuera de la reunión, tal como explica Ben Brumfield en este artículo de CNN.

Históricamente hubo tres métodos para elegir al papa: por aclamación, por compromiso o por escrutinio. Sin embargo, los dos primeros se eliminaron por lo que la única vía actual es la votación individual y secreta de los cardenales.

Su cónclave suele comenzar con una misa matutina especial en la Basílica de San Pedro. Por la tarde se dirigen en procesión a la Capilla Sixtina para iniciar el proceso de votación.

Se reparten boletas a cada uno de los cardenales, quienes escriben el nombre de su candidato seleccionado debajo de las palabras “Eligo in Summen Pontificem”, que significa “elijo como sumo pontífice”. Luego, uno a uno, por orden de antigüedad, se acercan a un altar y depositan ceremoniosamente sus papeletas en un cáliz.

Los cardenales no pueden votar por sí mismos. La votación es secreta, pero los votos se cuentan abiertamente.

Si un cardenal recibe el voto de dos terceras partes del cónclave, se convierte en el nuevo papa. Si eso no sucede, se repite la votación una vez más ese mismo día.

Si aún no hay papa, en el segundo y tercer día del cónclave pueden llevarse adelante cuatro votaciones, dos en la mañana y dos en la tarde. El cuarto día se destina para un descanso dedicado a la oración y el debate, y la votación puede seguir durante siete rondas más.

Juan Pablo II había decidido que, llegado a ese punto, el umbral necesario se cambiaría y para elegir al nuevo pontífice sería necesaria simplemente una mayoría aboluta (50% más un voto). Sin embargo, en 2007 Bendicto revirtió la regla, por lo que en la actualidad se mantienen los dos tercios. Sí mantuvo el día de descanso cada tres días sin que se logre elegir un pontífice.

Se supone que nadie que está fuera del cónclave puede enterarse sobre cómo marcha el proceso. De hecho, en 1996 Juan Pablo II prohibió cualquier dispositivo de grabación en el encuentro y ordenó que los técnicos revisaran la Capilla Sixtina para asegurarse de que estaba libre de micrófonos o cámaras cuando comenzaban las votaciones.

Los que violen esta norma “serán sometidos a graves penas según el juicio del futuro papa”, escribió el entonces pontífice.

Después de algunas rondas de votaciones, las papeletas van a un horno. Si nadie ganó, se añade al fuego una sustancia química para que el humo salga negro y de esa manera el público sabe que todavía no hay papa. Si no hay ganador no se agrega nada y el humo es blanco.

El ganador debe aceptar la decisión para que sea válida y a continuación elegir el nombre que usará como papa. El cardenal más logevo anuncia la noticia a la multitud que suele reunirse en la Plaza de San Pedro y allí aparece el nuevo pontífice para bendecir a la comunidad.

Con información de Ben Brumfield y Ángela Reyes.

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