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El camino del papa Francisco por América Latina, entre el fervor religioso y la participación política

Por Ángela Reyes, CNN en Español

“El papa es nuestro”, titulaba una publicación argentina cuando el Vaticano eligió, por primera vez en su historia, un líder del sur global y latinoamericano o, como el propio Francisco dijo, llegado desde el “fin del mundo”.

Los católicos de Argentina y de América Latina, la región con más católicos del mundo, celebraron en 2013 el ascenso de un pontífice que hablaba su idioma y conocía las calles de los barrios pobres de su Buenos Aires natal. Su pontificado demostró que no los olvidó, pero el vínculo no estuvo exento de tensiones.

Francisco actuó como mediador entre Estados Unidos y Cuba, impulsando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas que sellaron Raúl Castro y Barack Obama en 2014. El papa incluso organizó algunas de las conversaciones secretas en el Vaticano que condujeron al deshielo, tal como reportó Patrick Oppmann de CNN.

El influjo del jesuita en la isla comunista fue poderoso. En 2015, después de su primer encuentro, Castro, ateo de larga data, declaró: “Si sigue hablando así voy a empezar de nuevo a rezar y regreso a la Iglesia católica. Lo digo en serio”. El comentario de Castro fue tan inusual que la prensa estatal cubana no se hizo eco de él.

(El pontífice volvió a Cuba un año después, esa vez para reunirse con el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa rusa, un encuentro sin antecedentes para esas iglesias).

El argentino también apoyó públicamente el proceso de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC, que en 2016 logró el fin de más de 50 años de conflicto armado con esa guerrilla. “Gracias por la valentía, gracias por el coraje. No se dejen vencer, no se dejen engañar. No se dejen robar la alegría ni la esperanza”, les dijo a los colombianos el año siguiente cuando visitó el país.

Su complejo vínculo con Venezuela también estuvo atravesado por la política: poco después de las disputadas elecciones de 2024, en las que la autoridad electoral controlada por el oficialismo proclamó ganador a Nicolás Maduro en medio de las denuncias de fraude, el papa advirtió: “Una dictadura no sirve a nadie y termina mal, tarde o temprano. Lean la historia de la Iglesia”.

La historia suele recordar los viajes que los papas hicieron. En el caso de Francisco, también recordará uno que no hizo: el pontífice no retornó a Argentina desde que fue elegido, aunque la posibilidad estuvo sobre la mesa en más de una ocasión.

El argentino viajó a 10 países de América Latina: Brasil, México, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, Colombia, Chile, Perú y Panamá.

Fuera del itinerario quedó su tierra natal, donde a la corta edad de 36 ya se había convertido en líder de los jesuitas y donde su figura ha sido reivindicada por muchos con una pasión similar a la que muestran en las canchas de fútbol.

Sin embargo, también allí enfrentó críticas, especialmente de parte de quienes lo acusaron de no hacer lo suficiente por ayudar a dos jesuitas secuestrados durante la dictadura militar en la década de los 70, una acusación que Francisco negó, insistiendo en que ayudó a gente a escapar del brutal régimen.

Francisco no visitó Argentina como pontífice, pero recibió en 12 ocasiones a mandatarios del país sudamericano. Destaca Cristina Fernández de Kirchner, presidenta en el período 2007-2015, quien llegó a reunirse seis veces con el pontífice, en el marco de una relación que pareció estrecharse con el paso de los años.

En el extremo opuesto quedó Milei, quien antes de ser candidato a la Presidencia llegó a describir a Francisco como “imbécil”, “zurdo (izquierdista) asqueroso” y “el representante del maligno en la Tierra”. Ya como candidato, el liberal comenzó a bajar el tono radicalmente y como presidente también terminó visitándolo en el Vaticano.

Una mayoría de argentinos (64%) mantenía una visión positiva del papa en 2024, según un estudio del Pew Research Center, pero la cifra había registrado una fuerte caída en comparación a cuando asumió el liderazgo de la Iglesia católica, cuando un 91% de la población lo veía favorablemente.

La relación de Francisco con el país andino, que visitó el año 2018 —un año infernal para la Iglesia católica–, estuvo marcada por los casos de abusos sexual de menores.

En el centro de la polémica estuvo Juan Barros, un obispo acusado de haber encubierto durante décadas casos de abuso y a quien Francisco inicialmente defendió.

Meses después de haber calificado como “calumnias” las acusaciones contra Barros, en una carta dirigida a los obispos chilenos el pontífice reconoció que había cometido “graves errores” en el manejo del escándalo. El papa eventualmente presentó una sincera disculpa, admitiendo ante los supervivientes que él también “formaba parte del problema”.

En Perú, el problema de los abusos se enfocó recientemente en el caso del influyente grupo Sodalitium Christianae Vitae, creado en 1971 y que llegó a tener hasta 20.000 miembros en el continente. Su fundador, Luis Figari, fue expulsado en 2024 por el papa Francisco tras los hallazgos de que sodomizó a sus reclutas.

Tras la investigación que, según el Vaticano, descubrió abusos “sádicos” de poder, autoridad y espiritualidad, Francisco también tomó la decisión de disolver el Sodalitium Christianae Vitae.

El año pasado CNN habló con algunas de las víctimas de Figari, quien ha negado las acusaciones en su contra.

La mirada del pontífice sobre el continente también estuvo atravesada por la crisis de los migrantes, a quienes defendió vehementemente de la política de deportación de mano dura lanzada por el presidente Donald Trump inmediatamente después de asumir su segundo mandato.

Francisco, quien desde la frontera norte de México había pedido en 2016 “puentes, no muros”, criticó con dureza la administración del republicano recientemente, en un mensaje que le valió una airada respuesta del zar de la frontera de Trump.

“La conciencia rectamente formada no puede dejar de emitir un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique tácita o explícitamente el estatus ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”, dijo el pontífice en febrero de este año en una carta a sus obispos de Estados Unidos, apuntando sin rodeos al discurso de Trump.

“Lo que se construye sobre la base de la fuerza, y no sobre la verdad de la igual dignidad de todo ser humano, empieza mal y acabará mal”, escribió, unas palabras que bien pueden resumir el espíritu de su mensaje a favor de los más humildes.

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Con información de Patrick Oppmann, Luis Quintana, Christopher Lamb, Manuela Castro, Antonia Mortensen, Ivana Kottasová, Michael Williams y Kevin Liptak

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