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Las presiones de Kyiv y Washington condujeron a la dimisión de la embajadora de EE.UU. en Ucrania, según fuentes

Por Andrew Carey y Victoria Butenko, CNN

Cuando la embajadora de Estados Unidos en Ucrania, Bridget Brink, dimitió de su cargo hace dos días, estaba bajo la presión de la oficina del presidente Volodymyr Zelensky en Kyiv y sentía la tensión de trabajar para su máximo jefe en Washington, el presidente Donald Trump.

Al mismo tiempo, llevaba casi tres años trabajando en una zona de guerra lejos de su familia, una situación que también le afectó inevitablemente. Una “actuación extraordinaria”, dijo un portavoz del Departamento de Estado al rendirle homenaje.

Su repentina salida marca la más reciente agitación en las relaciones de Washington con Kyiv desde que el Gobierno de Donald Trump asumió el cargo y comenzó una dramática reorientación de la política estadounidense lejos de Ucrania y acercándose a Rusia.

Un exfuncionario de Ucrania con una opinión positiva de Brink dijo a CNN que la embajadora sintió que ya no podía hacer lo correcto bajo la nueva administración.

“Fue una defensora muy sistemática de Ucrania durante sus tres años (en Kyiv). Hizo todo lo que su cargo le permitía para que Ucrania tuviera éxito. Sus principios no le permitían hacer lo contrario”, afirmó el exfuncionario.

Hablando bajo condición de anonimato, dijo que se había comunicado con la embajadora tras su decisión de marcharse y subrayó que no era una decisión emocional la que había tomado, sino una decisión cuidadosamente meditada.

“Tomó una decisión muy racional sobre lo que puede hacer en este momento, en un nuevo entorno, en nuevas circunstancias”, dijo el funcionario.

Brink comenzó su mandato en mayo de 2022, apenas unos meses después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. Mientras que los interlocutores clave de Kyiv estaban dentro de la Casa Blanca —el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en particular, desempeñó un papel central durante la era Biden—, Brink mantuvo una gran visibilidad en el país y en las redes sociales, promoviendo la política de transferencias de ayuda militar y humanitaria del Gobierno de Joe Biden.

Los embajadores occidentales que trabajaron junto a ella en Ucrania hablaron de su ética de trabajo y su profesionalismo.

“Dura como una roca, casi una máquina a veces, pero con una especie de compromiso auténtico y una especie de fuego real”, dijo a CNN uno de ellos con aprobación.

Esa dureza se puso a prueba a lo largo de su destino, según dijeron a CNN personas que la conocen, pero se vio desafiada hasta el punto de ruptura por el regreso de Trump al poder.

El nuevo Gobierno ha abierto múltiples canales con Moscú, después de tres años de aislamiento diplomático. Ha pasado de apoyar el “camino irreversible” de Ucrania hacia la adhesión a la OTAN a prácticamente descartarlo por completo. Y en cierto momento, el mes pasado, Estados Unidos llegó a pausar toda ayuda militar e intercambio de inteligencia para obligar a Kyiv a comprometerse a entablar conversaciones para poner fin a la guerra.

Las dificultades para hacer frente a un cambio tan pronunciado en la política estadounidense llegaron a su punto álgido en dos de sus publicaciones en las redes sociales.

El primero fue un retuit de una publicación del secretario de Estado, Marco Rubio, pocas horas después de que Zelensky fuera increpado públicamente por Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, en una reunión en la Casa Blanca a finales de febrero.

“Gracias @POTUS por defender a Estados Unidos de una manera que ningún presidente ha tenido el valor de hacer antes. Gracias por poner a Estados Unidos en primer lugar. Estados Unidos está contigo”, decía el tuit de Rubio, que Brink envió por separado traducido al ucraniano.

1.070 personas se amontonaron en los comentarios expresando su asombro por el hecho de que alguien que hasta entonces se había manifestado tan abiertamente a favor de Ucrania estuviera ahora, al parecer, aplaudiendo la humillación de su líder.

“Dimita y mantenga su dignidad”, fue una de las respuestas más educadas. Muchos mostraron bastante menos moderación.

El segundo fue un tuit enviado hace apenas una semana, tras un ataque ruso contra la ciudad meridional de Kryvyi Rih que causó la mayor pérdida de vidas civiles en un solo ataque este año.

“Horrorizada por el impacto esta noche de un misil balístico cerca de un parque infantil y un restaurante en Kryvyi Rih. Más de 50 heridos y 16 muertos, entre ellos seis niños. Por eso la guerra debe terminar”, escribió.

El propio Zelensky respondió con dureza en su discurso nocturno, llamando la atención sobre el hecho de que no mencionara a Rusia.

“Un país tan fuerte, un pueblo tan fuerte, y una reacción tan débil. Incluso tienen miedo de pronunciar la palabra ‘ruso’ cuando hablan del misil que mató a unos niños”, dijo el presidente de Ucrania.

Brink sí mencionó a Rusia en posteriores referencias al atentado, y el exfuncionario ucraniano expresa su simpatía por el aprieto en el que se encontró.

“Formaba parte de su sistema; tenía que hacerlo”, declaró a CNN.

Al confirmar la salida de Brink a los periodistas el jueves, la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, eludió la sugerencia de que la embajadora había recibido instrucciones expresas de reducir las referencias públicas a Rusia, diciendo que “no estaba al tanto de nada de eso”, y añadió que “no hablaría de nada relacionado con (…) un diplomático y la dinámica interna que pudiera ocurrir”.

CNN no ha podido ponerse en contacto con Brink para que haga comentarios.

No fueron solo las relaciones con su propio Gobierno las que se deterioraron cuando el equipo de Trump asumió el mando en la Casa Blanca, dicen personas que la conocen. Las relaciones con la oficina de Zelensky también se habían vuelto difíciles desde hacía tiempo.

La oficina del presidente de Ucrania se había sentido cada vez más frustrada por lo que consideraba una excesiva cautela del Gobierno de Biden en la transferencia de armas como misiles tácticos de largo alcance conocidos como ATACMS, o cazas F-16, y como la funcionaria estadounidense de más alto rango en Ucrania, a menudo se llevaba la peor parte, según personas que la conocen. Su relación con el jefe de gabinete de Zelensky, Andriy Yermak, era especialmente tensa.

Además, abogó firmemente por la introducción de medidas anticorrupción y reformas destinadas a aumentar la transparencia. En su país, estas medidas se consideraron cruciales para vencer a los escépticos del Congreso, reacios a aprobar proyectos de ley sobre el gasto en Ucrania por temor a que se desviara el dinero. En Kyiv, según Andy Hunder, de la Cámara de Comercio estadounidense, esto la hizo impopular.

“Ha sido muy buena para la comunidad empresarial ucraniana… se ha centrado en la economía informal… pero (con demasiada frecuencia) no ha habido voluntad política de hacer nada al respecto”, dice Hunder.

Un antiguo embajador europeo que estuvo en Kyiv al mismo tiempo que Brink es más directo.

“Nunca suavizó las cosas… siempre fue muy clara con ellos en cuanto al tipo de normas con las que se encontrarían en Washington… y creo que eso les enfadó”.

Hunder cree que al final Brink estaba simplemente agotada por las presiones políticas de ambos gobiernos con las que tuvo que tratar.

El exfuncionario ucraniano que habló con CNN en apoyo de Brink tenía claro que su marcha era una mala noticia.

“Tuvimos suerte, contábamos con un gran apoyo. Ahora tenemos incertidumbre”, dijo.

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