Regla 80/20, la teoría misógina de “Adolescence”: qué sabemos en realidad sobre los vínculos entre hombres y mujeres
Por Manuela Castro, CNN en Español
“Match, match, match”, el teléfono no para de sonar. Minutos atrás, ella y su amigo se propusieron un desafío: abrir la aplicación de citas y ver cuántas “coincidencias” logra cada uno, en un mismo período. Lo hacen por diversión y “por amor a la ciencia”, dicen, pero el resultado les parece obvio. Él mira su pantalla y solo ve el reflejo de su cara, no llega una sola notificación. Y así termina el experimento. Unos días más tarde, comparte su experiencia con otros hombres y nadie se sorprende.
La escena, que relata uno de los protagonistas a CNN, sucede un día cualquiera en Buenos Aires entre dos personas de alrededor de 35 años y se corrobora con datos de un estudio publicado en la revista Science Direct, sobre la base de 3.600 interacciones en Tinder de jóvenes de unos 23 años, a más de 10.000 kilómetros de distancia, en Bélgica.
La conclusión, basada en múltiples factores, es que las mujeres son mucho más selectivas que los hombres en el mercado de citas. Aunque la investigación está orientada a observar si los hombres se sienten intimidados por mujeres con un nivel educativo más alto, los resultados son categóricos: los varones dan “like” al 61,9% de los perfiles femeninos que les aparecen, mientras que las mujeres solo al 4,5% de los masculinos.
Estos datos y lo que el joven derrotado en la carrera de “matchs” considera su evidencia empírica, le parecen motivos suficientes para validar la regla del 80/20, que dice que el 80 % de las mujeres solo elige entre el 20 % de los hombres.
Sin embargo, esta teoría no tiene sustento y es un argumento que alimenta la misoginia en comunidades de internet.
Cuando en la serie “Adolescence” la psicóloga que evalúa a Jamie (el protagonista de 13 años que mató a puñaladas a una compañera de colegio) le pregunta sobre los emojis que le dejó la chica en sus redes sociales, él le explica que lo estaba acusando de ser un incel.
La comunidad incel —involuntary celibate— forma parte de la “manosfera”, un universo de internet con subculturas digitales que tienen como denominador común ideas sobre masculinidad tóxica, cargadas de misoginia y fuertemente antifeministas.
Según el estudio “Incels: dentro del mundo de los célibes involuntarios”, de la Universidad de Nueva York (NYU) y la Fiscalía del distrito de Manhattan, los incels creen que una minoría de hombres atractivos monopoliza a la mayoría de las mujeres y llaman a esto la “regla del 80/20”. Para ellos, su incapacidad para encontrar relaciones sexuales o románticas es el resultado de su apariencia física y del creciente empoderamiento de la mujer.
Silvia Díaz Fernández es investigadora postdoctoral y dedica parte de sus investigaciones a estudiar la manosfera. En conversación con CNN desde España, aporta que los incel, particularmente, consideran que las mujeres son “las guardianas del sexo, que permiten o restringen a los hombres el acceso a los encuentros sexuales”.
Esto se complementa con el estudio de NYU, que remarca otra de las creencias de esta comunidad: “Todos los hombres tienen derecho al sexo”.
Díaz Fernández explica que estas narrativas están cargadas de victimismo: “Tienen una posición social de denigración absoluta y se ven como casi a merced de las mujeres, a las que ven como las controladoras de las sociedades con la puerta de acceso a la felicidad, que muchas veces viene ligada a lo erótico y lo sexual”.
A lo largo de los últimos años, se han reportado distintos ataques mortales en ciudades del mundo, perpetrados por hombres que se identifican como incels y que, en algunos casos, después de los crímenes son reconocidos por sus pares como celebridades.
Con miles (y hasta millones) de seguidores en las redes, los gurúes de la seducción o pickup artists (PUA) generan contenido en sus perfiles que supuestamente revelan cómo conquistar a una mujer o cómo ser la mujer ideal para gustar a un hombre.
Sus discursos establecen sistemas jerárquicos en los que clasifican a las mujeres como de alto o bajo valor, y enseñan a interpretar señales que describen como “inconscientes” pero que demostrarían un interés no explícito: “Si apunta los pies hacia ti”, “si se chupa los labios”. Suelen también promover un culto al físico y venden cursos de autoayuda o asistencia personalizada para conseguir el objetivo: el ligue.
La NYU, junto a la Fiscalía de Manhattan, considera que los PUA “creen que se puede manipular el sistema social para ser más atractivos y tener más fácil acceso a citas y sexo (…) A menudo cosifican a las mujeres y promueven el acoso”. Las consecuencias son concluyentes: las investigaciones muestran que algunos usuarios de foros de PUA posteriormente migran a foros incel.
Los incels, que en su mayoría tienen entre 18 y 30 años, son especialmente vulnerables ante este tipo de oferta.
“Es una etapa de la vida donde comienza el mundo sexual, la cultura del ligue y hay muchas ansiedades”, explica Díaz Fernández, quien agrega que estos “artistas” de la seducción están “a muy pocos clics”.
Es Jamie quien le explica este mundo digital a la psicóloga que lo está evaluando para determinar si comprende o no el crimen que cometió, pero él no se siente identificado: “Eché un vistazo, pero no me gustó”.
Sin embargo, al igual que el joven derrotado en la carrera de “matchs” de las aplicaciones de citas, el personaje de “Adolescence” adhiere a una de sus creencias: “Eso del 80/20 (…) en eso sí tienen razón”.
En Estados Unidos, los adultos jóvenes de hasta 29 años usan más aplicaciones de citas que los mayores de esa edad y son más los hombres que las mujeres (34 % vs. 27 %), de acuerdo a una encuesta del Centro de Investigación Pew de 2023, con base en un poco más de 6.000 casos.
El informe, además, confirma el mismo patrón que la de Bélgica: los varones tienen más dificultades para conseguir “matchs”, mientras que las mujeres reciben más atención. Sin embargo, las mujeres también tienen más experiencias negativas, como mensajes sexuales no deseados, contactos insistentes después de rechazar a alguien e, incluso, amenazas.
Algunos datos más: la encuesta dice que los hombres que usaron una plataforma de citas durante el último año buscan más sexo casual que las mujeres, 31 % vs. 13 %.
Luciano Lutereau, psicoanalista y filósofo argentino, explica a CNN que “desde el punto de vista del psicoanálisis, los varones se orientan más por la posibilidad de realización del deseo que por su efectividad”. Esto implica un fenómeno asociado, señala Lutereau: “muchos varones ‘likean’ e inician conversaciones, pero eso no quiere decir que estén dispuestos a avanzar. Los varones de hoy hacen mucho menos por su deseo que las mujeres”, concluye.
“Las aplicaciones generaron la pérdida de una ilusión propia del amor romántico: que el otro es único y no intercambiable”, dice el psicoanalista. Pero ante un catálogo infinito, ¿es posible el “match” definitivo?
En su charla TED, el psicólogo estadounidense y autor de “La paradoja de elección”, Barry Schwartz, explica un fenómeno que ocurre ante una oferta desbordada de opciones.
Si bien Schwartz no hace hincapié en las aplicaciones de citas, establece un postulado que puede aplicarse a distintos campos. Tantas opciones tienen dos efectos negativos en las personas: la parálisis en lugar de liberación y el perfeccionismo, la creencia de que siempre habrá una opción mejor en el mercado.
La regla 80/20 pretende simplificar respuestas a cuestiones humanas que están lejos de la simplicidad. Como se refleja en “Adolescence”, las redes sociales agregan una capa más a los vínculos, con nuevas dinámicas, encuentros y desencuentros.
“En el amor romántico, la prueba y la espera eran seguridades”, dice Lutereau. “Ahora no tiene mucho sentido correr riesgos”, continúa. Ante el fin o cuestionamiento del amor romántico, que implica nuevas libertades como la expresión del deseo femenino y la deconstrucción de la figura del hombre como príncipe salvador, Lutereau remarca nuevas desigualdades: “Quien está más interesado es más frágil y la espera es en vano, nunca se sabe del todo si el otro está”.
Quizás el problema no sea la falta o la abundancia de “matchs”, sino la ilusión de que el amor —o algo que se le parezca— puede reducirse a un algoritmo, un porcentaje o una regla. Porque, aunque los datos de las aplicaciones de citas pueden ofrecer pistas sobre cómo nos vinculamos, no alcanzan a capturar la complejidad —ni la intimidad— de lo que pasa fuera de la pantalla. Mientras tanto, seguimos deslizando el dedo, como si en el próximo perfil pudiera aparecer algo distinto.
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