El avance de la derecha en América Latina: ¿poder consolidado o tendencia pasajera?
Análisis por Sofía Benavides, CNN en Español
La victoria de Daniel Noboa el 13 de abril en las elecciones presidenciales de Ecuador suma al avance de los Gobiernos de derecha y ultraderecha en América Latina en años recientes, y a un alineamiento sin matices con los Estados Unidos de Donald Trump. Sin embargo, los resultados electorales ecuatorianos podrían responder menos a cuestiones ideológicas que a un panorama en el que conviven dinámicas complejas de alternancia, polarización y debilitamiento democrático.
Aunque varios países —entre ellos las dos grandes economías de la región, Brasil y México— están en la actualidad gobernadas por la centroizquierda, las elecciones de los próximos meses podrían confirmar o refutar la idea de una tendencia hacia la derecha a nivel regional: Chile, Bolivia y Honduras irán a las urnas en 2025 y Colombia lo hará el año que viene. Con diferencias, gobiernan allí expresiones de la izquierda y la centro izquierda que buscarán refrendar sus mandatos en un contexto de alta volatilidad política y económica.
Los medios de comunicación, los analistas y la literatura existente se refieren a un fenómeno a la hora de analizar cuál es el motor de la ultraderecha: el descontento social.
En su libro “Desquiciados. Los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha”, el investigador Alejandro Grimson vincula ese descontento a una serie de episodios particulares: la crisis abierta por la quiebra de Lehman Brothers en 2008, sumada a la incapacidad para mantener algunas de las certidumbres del Estado de bienestar, la pandemia y la inflación de los años posteriores, “lo que generó un crecimiento exponencial de la desigualdad”.
Pablo Semán, otro investigador que ha estudiado y publicado sobre el fenómeno de la ultraderecha, también atribuyó la emergencia de estas expresiones a cambios en la estructura económica, aunque se enfoca en lo sucedido en la otra punta del mundo.
“Hay un fenómeno estructural que es la transformación del ciclo de acumulación capitalista por la irrupción de China en el mercado mundial. Esto afectó a los mercados de trabajo, a la estabilidad de las sociedades occidentales y por lo tanto a la relación entre los sujetos, la política, el Estado y la economía. Todo lo que suele llamarse ‘ola de extrema derecha’, es el reflejo superficial de esta transformación que pongo en primer plano”, dijo a CNN el autor de títulos como “Está entre nosotros” y “El ascenso de Milei”.
En ese contexto, los expertos coinciden en que, aunque en tanto la tendencia regional está atravesada por la heterogeneidad, allí donde la ultraderecha ha llegado al poder en América Latina ha sido más por los errores ajenos —y los límites económicos estructurales de la etapa— que por méritos propios.
“Hubo un castigo muy fuerte a los líderes que han estado en el poder, y en parte, eso se debe a las fallas de las personas que han gobernado los últimos veinte años”, dijo a CNN Cristóbal Rovira Kaltwasser, investigador de la Universidad Diego Portales. Según él, así como el triunfo de Bolsonaro en 2018 se explica por la crisis económica en Brasil y los escándalos de corrupción que salpicaron al Partido de los Trabajadores (PT), el de Javier Milei en Argentina en 2023 se explica en parte por el fracaso del peronismo.
Para Semán, las derechas lograron en los últimos años captar mejor que las izquierdas una serie de demandas que fueron ganando lugar en la agenda pública, como seguridad, lucha contra la corrupción y crecimiento económico. “Son todas cuestiones que los gobiernos de izquierda o bien atendieron parcialmente y luego dejaron de atender, o bien no atendieron casi nunca. Y son problemas que además son estructurales de América Latina desde los tiempos de la independencia, por lo que tienen un peso”.
Con todo, un estudio liderado por Cristóbal Rovira Kaltwasser sobre el apoyo a las ultraderechas en Argentina, Brasil y Chile, y publicado en agosto de 2024, encontró que, aunque cuentan con un apoyo de aproximadamente un 30 % del electorado, en los tres países el rechazo a estas expresiones es del doble.
“Aglutinar a un 25 o 30% de la población en torno a ideas de ultraderecha no es poco, pero tampoco significa que estos actores van a ser hegemónicos en América Latina por muchísimo tiempo”, explicó Rovira Kaltwasser. “Si uno llega al poder por el voto castigo, su base de sustentación es volátil, y uno puede ser castigado por esos mismos votantes después”. Es lo que se observa en las derrotas de Donald Trump y Jair Bolsonaro después de sus primeros mandatos, ejemplificó.
En su libro “Consejos no solicitados sobre política internacional”, el académico Juan Gabriel Tokatlian afirma que, a partir de la primera década de este siglo, comienza a observarse un retroceso democrático, que incluye menos democracias electivas, crecimiento de las autocracias y autoritarismos, y una pérdida de derechos en democracias consideradas consolidadas.
“Las democracias que no se nutren, que no se fortifican, que no generan bienestar, que privilegian intereses de grupos minoritarios mediante la concentración de poder son muy difíciles de sostener, porque aparecen la rebelión, el rechazo, el repudio y el descontento social”, diagnostica Tokatlian.
En ese contexto, los expertos consideran que los líderes de ultraderecha tienen relaciones de mucha tensión con las democracias.
“Estamos ante una etapa de regímenes políticos más autoritarios. Empezando por EE.UU. y bajando por el hemisferio hacia el sur, hay evidentemente una pérdida de valores democráticos”, dijo a CNN Jordi Bacaria Colom, investigador y profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Según él, tanto Trump como varios de los Gobiernos alineados con él en la región están rompiendo los contrapesos entre los poderes en los que se basa la democracia, y muchos están mirando los ejemplos de la Rusia de Vladimir Putin y de la China de Xi Jinping, ambos gobiernos autocráticos. “Trump admira a esos regímenes, más allá de que hoy Xi sea su rival”, detalló Bacaria Colom.
Además, Rovira Kaltwasser explicó a CNN que en la academia suele diferenciarse entre la derecha convencional —mainstream, en inglés—y la ultraderecha —far right—. “La diferencia es la relación con el sistema democrático. Mientras que lo propio de las derechas convencionales es que defienden sus ideas dentro del marco institucional, lo propio de las ultraderechas es su relación muy difícil, muy tensa, con el sistema democrático”.
Hacia adentro de la ultraderecha él distingue una más moderada que dice estar a favor del sistema democrático pero que atenta contra sus pilares —la derecha populista radical—, y otra que es más radical y que busca construir un sistema autoritario— la derecha extrema—.
“En el contexto latinoamericano, la distinción es difícil. Por mucho tiempo pensamos que Bolsonaro se mantenía dentro de los márgenes del sistema democrático. Pero ahora hay una clara evidencia y un caso judicial abierto en contra de él por tratar de hacer un golpe de Estado, lo cual lo transforma en un actor de derecha extrema”, ejemplificó Rovira Kaltwasser.
Los principales referentes de la ultraderecha latinoamericana —Milei, Bukele, Bolsonaro— se han presentado a sí mismos como aliados incondicionales del presidente republicano, y, con más o con menos éxito, han buscado estrechar las alianzas de sus países con EE.UU.
En el caso del presidente Noboa, en abril mantuvo una reunión con Trump en Mar-a-Lago y firmó acuerdos en materia de seguridad con EE.UU., además de expresar su voluntad de trabajar en conjunto.
“Lo primero que hay que decir es que el hecho de que haya admiración de parte de algunos gobiernos de derecha en América Latina hacia Donald Trump no significa que Donald Trump responda con la misma moneda. En el caso de Bukele de El Salvador, ha comprado servicios carcelarios. Y en el caso de Milei no está tan claro qué pasará porque Argentina también tiene la influencia y la necesidad del comercio con China, por ejemplo”, dijo Bacaria Colom.
Pero más allá de los acuerdos que puedan firmarse, existe un alineamiento de peso en el plano simbólico entre los distintos Gobiernos y la administración de Donald Trump.
“Hay una dinámica regional de retroalimentación mutua entre las extremas derechas, porque Bolsonaro y Trump se habilitaron recíprocamente en su momento, pero luego ocurrió que Milei se transformó en un ícono, y eso le permitió decir a Trump cosas cada vez más radicales, y luego la radicalización de Trump le permitió a Milei dar unos pasos más hacia el extremo”, explicó Semán a CNN.
“Obviamente que, al representar al país más poderoso del mundo, Trump tiene una influencia importantísima para América Latina, pero no descartaría el carácter ejemplar de las experiencias de Bolsonaro y de Milei o incluso la de Bukele para las ultraderechas contemporáneas en general”, agregó Semán.
Más allá de los resultados electorales en cada país, la ultraderecha se ha constituido en un actor político ineludible de una actualidad marcada por la debilidad democrática, la volatilidad electoral y la crisis económica en América Latina. Esto porque sus exponentes han logrado instalar una agenda con posibilidades de sobrevivir incluso más allá de que los Gobiernos fracasen en su intento por llevarla adelante.
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